miércoles, diciembre 12, 2012

¡Lámparas encendidas!


En el libro de Éxodo 27:20, entre todas las instrucciones que Dios le diera a moisés para la construcción del tabernáculo, del lugar santísimo, del lugar santo y sobre el mobiliario que equiparía los mismos, para así el pueblo ofrecer adoración a Dios, se menciona el punto donde Jehová deseaba que los hijos de Israel trajeran aceite puro de olivas machacadas para mantener continuamente las lámparas del tabernáculo ardiendo ósea encendidas. Para ordenar ésta tarea encomendaron al sacerdote Aarón y a sus hijos.

Me llama la atención el interés de Jehová padre amado, en mantener estas lámparas alumbrando, revelándonos que lo mismo él desea hacer con nosotros, él desea que se mantenga continuamente esa llama encendida por estar en su presencia, por entrar a sus atrios a adorarlo y conversar con él; a rendirnos, a disponernos a escuchar lo que él tiene que decirnos; para guiarnos, para levantarnos, para corregirnos.

Las muchas ocupaciones de nuestras vidas hacen que en ciertas ocasiones nos olvidemos de la provisión necesaria de aceite para cada día, nos olvidamos de mantener esa comunión especial con el Santo Espíritu de Dios el cuál representa ese aceite en nuestra vida y a la vez el que pone en nuestros corazones el ardor por estar de continuo como lámparas delante de Jehová, pidiendo su toque especial, pidiendo ser llenadas de su gracia, de su paz, de su justicia y de su poder.

Hoy el Señor nos hace una invitación a no dejar que se nos termine el aceite de la unción, ese aceite que vierte sobre nosotros el Santo Espíritu de Dios cuando le invocamos, cuando lo invitamos a nuestras vidas en esos momentos de adoración y oración.  Hoy el Señor nos dice que él desea que mantengamos ese fuego bien alto y en todo su fulgor, que él desea que sintamos ese ardor por hablar con él, por buscar su rostro, ese deleite nuestro por escucharle hablar.

Mujer, la vida está llena de momentos felices y momentos duros, los primeros (Momentos felices) solo se mantienen si entendemos que nuestra total felicidad depende de Cristo y que tenemos un alma que para subsistir necesita del toque continuo del Espíritu Santo, los segundos (momentos duros) desaparecen de nuestras mentes y se empiezan a resolver, desde el mismo momento que decidimos presentarnos a Jehová con nuestras lámparas listas para adorarle y humillarnos ante él.

Que nada ni nadie mengue, quite, robe o seque el aceite de la unción que en tu vida ha sido derramado y depositado, que nada ni nadie apague tu lámpara ni con distracciones, preocupaciones, problemas o levantamientos.

Mujer, Dios te bendiga grandemente y recuerda que tu vida se va tornando diferente a medida que pasas mas tiempo velando ante la presencia de nuestro Dios con tu lampara encendida.